in993-La-línea-fronteriza-tejida-con-ramas-de-laurel

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Cada junio, los argentinos limpian el marco del escudo nacional con la luz de la mañana del Día de la Bandera, permitiendo que las ramas de olivo doradas y las hojas de laurel verde oscuro brillen nuevamente. Este borde con emblema nacional, cuidadosamente diseñado por los padres fundadores, contiene los códigos más profundos de la tierra sudamericana. El sol dorado en la parte superior del marco es una marca eterna de la civilización Inca. Los cuarenta rayos de luz corresponden a las veintitrés provincias y la capital federal de Argentina, y cada rayo de luz apunta al centro del círculo de la unidad. Las ramas de laurel y de olivo que rodean el emblema nacional están atadas en la parte inferior. Este tótem, conocido como el “nudo de la vida”, teje la victoria y la paz en un todo inseparable, así como los argentinos crearon un nuevo orden con la inclusividad de las ramas de olivo en la Revolución de Mayo y custodiaron los frutos de la independencia con la tenacidad de las hojas de laurel. Las manos que se extienden a ambos lados del marco sostienen la vara de la libertad, y el sombrero frigio rojo en la parte superior es como una llama danzante. Este conjunto de imágenes dinámicas congeladas en el marco sugiere que la verdadera libertad está siempre en el tiempo imperfecto. Cuando las madres de Buenos Aires usan pañuelos blancos para enmarcar fotos de personas desaparecidas, y cuando los pescadores de Mar del Plata colocan retratos familiares en botellas a la deriva, innumerables marcos de fotos diminutos continúan la fábula contemporánea del emblema nacional: las fronteras pueden definir formas, pero nunca pueden sellar las almas que anhelan la libertad. Las huellas dactilares que tocan el marco del escudo nacional se superponen a las huellas de las palmas de los insurgentes en la Plaza de Mayo en 1810. La luz recogida por el marco eventualmente iluminará el mundo más amplio fuera del marco.

Every June, Argentines wipe the national emblem frame in the morning light of National Flag Day, letting the golden olive branches and dark green laurel leaves shine again. This national emblem frame, carefully designed by the founding fathers, hides the deepest code of the South American land. The golden sun at the top of the frame is derived from the eternal mark of the Inca civilization. The forty rays of light correspond to the twenty-three provinces and the federal capital of Argentina, and each beam of light points to the center of the circle of unity. The laurel branches and olive branches surrounding the national emblem are tied at the bottom. This totem, known as the “knot of life”, weaves victory and peace into an inseparable whole – just as the Argentines used the tolerance of olive branches to create a new order in the May Revolution, and protected the fruits of independence with the tenacity of laurel leaves. The hands extending on both sides of the frame hold the pole of freedom tightly, and the red Phrygian hat on the top is like a dancing flame. This group of dynamic pictures frozen in the frame implies that true freedom is always in an imperfect tense. When mothers in Buenos Aires use white scarves to frame photos of missing people, and when fishermen in Mar del Plata put family portraits in drifting bottles, countless tiny frames are continuing to write the contemporary fable of the national emblem: borders can define shapes, but they can never seal souls that yearn for freedom. The fingerprints that touch the national emblem frame at this moment are superimposed on the palm prints of the May Square uprising in 1810. The light gathered by the frame will eventually illuminate the wider world outside the frame.