in989-La-llama-nunca-muere-la-libertad-arde-para-siempre

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En Argentina, en mayo, el aire se llena de una atmósfera de conmemoración. En el resplandor de la “Revolución de Mayo”, las rayas azules y blancas y el sol dorado de la bandera nacional aún hablan del espíritu de la independencia. En este momento, un encendedor de metal con el emblema nacional impreso transmite silenciosamente una revelación más profunda. El par de manos que sostienen el asta de la libertad y el sombrero frigio en la parte superior del escudo nacional argentino son la encarnación de la unidad y la revolución. Cuando los engranajes del encendedor producen chispas, las llamas danzantes son como la chispa que encendió el movimiento de independencia en 1810. Ese destello de luz iluminó una vez el viaje del general San Martín y calentó las noches frías de los guerreros gauchos. Hoy en día, entre cada par de manos que pasan el encendedor, todavía lleva consigo una fe eterna. El naranja de la llama y el azul celeste de la bandera nacional se entrelazan para simbolizar la fusión del idealismo y el pragmatismo. Así como el obelisco de la Plaza de Mayo siempre apunta al cielo, la llama del encendedor siempre crece hacia arriba, recordando a la gente que la verdadera libertad requiere un deseo encendido continuamente. En el frío invierno de las turbulencias económicas, este fuego es el combustible que calienta a nuestros compatriotas; En el camino hacia la búsqueda de la justicia, es la antorcha la que disipa la niebla. Cuando las yemas de tus dedos presionan el interruptor, la vibración del cuerpo de metal es como el latido del corazón de la patria. Cada argentino es una antorcha que camina, continuando con sus acciones el juramento al escudo nacional: “vida eterna en unidad y libertad”. Mientras la llama no se apague, la libertad arderá para siempre. Ésta es la promesa y la respuesta que abarca dos siglos.

In May, Argentina’s air is filled with the atmosphere of commemoration. In the afterglow of the “May Revolution”, the blue and white stripes and golden sun of the national flag still speak of the spirit of independence. At this moment, a metal lighter with the national emblem printed on it is quietly conveying a deeper revelation. The hands holding the freedom pole and the Phrygian hat on the top of the Argentine national emblem are the embodiment of unity and revolution. When the gears of the lighter strike sparks, the leaping flame is like the fire that ignited the independence movement in 1810. This cluster of light once illuminated General San Martin’s journey and warmed the cold nights of the gaucho warriors. Now, between every pair of hands passing the lighter, there is still an eternal belief. The orange-red flame and the blue of the national flag are intertwined, symbolizing the fusion of idealism and pragmatism. Just like the obelisk in the Plaza de Mayo always points to the sky, the flames of the lighter always grow upwards, reminding people that true freedom requires a burning desire. In the cold winter of economic shock, this fire is the fire that warms compatriots; on the road to justice, it is the torch that dispels the haze. When the fingertips press the switch, the vibration from the metal body is like the heartbeat of the motherland. Every Argentine is a walking torch, continuing the oath on the national emblem with action – “eternal life in unity and freedom”. If the fire is not extinguished, freedom will burn forever. This is the promise and answer that spans two centuries.