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Cada año el 20 de junio llega según lo previsto el Día de la Bandera Argentina. Las franjas azules y blancas y el sol dorado ondean bajo el cielo limpio de Buenos Aires, como la primera bandera nacional cosida por el general Manuel Belgrano hace doscientos años, que todavía ondea en el pecho de cada argentino. En este continente sudamericano, el emblema nacional conlleva un código espiritual más profundo: los cetros cruzados simbolizan la unidad, el gorro de la libertad defiende la voluntad de independencia y las ramas de olivo circundantes delinean los contornos de la paz. Cuando estos elementos están grabados en la superficie del encendedor de metal, la máquina fría se vuelve caliente. En el momento en que las llamas se elevaron, el patrón del emblema nacional latente despertó en el halo, al igual que la voluntad nunca extinguida de esta nación de sobrevivir frente a la adversidad. Para quienes llevan consigo encendedores con emblemas nacionales, lo que baila en las yemas de sus dedos no es sólo la chispa física del fuego. El sol abrasador de mayo, la inmensidad de las pampas y la persistencia de los pasos de baile del tango volvieron a hervir con el nítido sonido del choque del metal cuando se abrió la tapa. Cada acción de iluminación es un homenaje a la historia. Las llamas azules y blancas reflejan el casco del caballo de San Martín cruzando la Cordillera de los Andes, y también danzan la leyenda de la “Mano de Dios” de Maradona. Hoy en día, esta antorcha en miniatura circula por todo el mundo. Cuando estudiantes internacionales encienden una llama en un país extranjero, cuando navegantes oceánicos frotan pedernales en noches de tormenta, cuando los aficionados sostienen llamas en las gradas del Mundial, la esencia de cuatro millones y medio de kilómetros cuadrados de montañas y ríos ahora está condensada en la palma de tu mano. Éste es el tótem espiritual de los argentinos: mientras el fuego no se extinga, la civilización acabará extendiéndose por la pradera.

Every June 20th, Argentina’s Flag Day arrives as scheduled. The blue and white stripes and the golden sun surge under the clear sky of Buenos Aires, just like the first national flag sewn by General Manuel Belgrano two hundred years ago, which still flutters in the chest of every Argentine. On this South American continent, the national emblem carries a heavier spiritual code – the crossed scepters symbolize unity, the cap of freedom holds up the will to independence, and the surrounding olive branches outline the outline of peace. When these elements are engraved on the surface of the metal lighter, the cold machinery has temperature. The moment the flame rises, the sleeping national emblem pattern wakes up in the halo, just like the will to survive of this nation that never extinguishes in adversity. Those who carry the national emblem lighter with them, the fingertips are not just jumping with the physical meaning of the fire. The blazing May sun, the vastness of the Pampas, and the persistence of the tango dance steps all boil again with the crisp metal collision sound when opening the lid. Each lighting action is a tribute to history. The blue and white flames reflect the hoof of San Martin crossing the Andes Mountains, and the legend of Maradona’s “Hand of God”. Today, this miniature torch is circulating around the world. When international students light it in a foreign country, when ocean-going sailors rub flints on stormy nights, when fans hold up the flame in the World Cup stands – the essence of 4.5 million square kilometers of mountains and rivers is now condensed in the palm of your hand. This is the spiritual totem of the Argentines: as long as the fire is not extinguished, civilization will eventually spread across the prairie.