in999-La-llama-nunca-muere-la-triple-luz-del-espíritu-argentino

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Cada 20 de junio, los argentinos rinden homenaje a las rayas azules y blancas y al sol dorado en el Día de la Bandera Nacional. Esta bandera, creada por Manuel Belgrano, no sólo lleva la poesía del cielo y de los Andes, sino que también encarna la chispa del despertar nacional. Y en el tótem espiritual de esta tierra, el encendedor del emblema nacional que complementa la bandera nacional continúa esta ardiente creencia de una manera única. El “Sol de Mayo” saltando en la bandera nacional es un símbolo de la Revolución de Mayo de 1810 que rompió las cadenas coloniales. Esos 32 rayos de luz que irradian hacia afuera, como una llama nunca extinguida, todavía arden en el corazón de los argentinos. El encendedor con el emblema nacional combina inteligentemente las formas del asta de la libertad y del sombrero frigio. Cuando se generan chispas desde el cuerpo de metal, parece recrear la antorcha de expedición que San Martín encendió cuando cruzó la Cordillera de los Andes: el poder de cada pequeño individuo reunido puede llegar a incendiar la pradera. La metáfora más profunda de este encendedor reside en su diseño, que requiere ser encendido repetidamente. Al igual que el par de manos que sostienen el mástil de la libertad en la parte superior del emblema nacional, proteger la llama requiere una creencia que se transmite de generación en generación. Desde Belgrano izando la primera bandera a orillas del río Paraná hasta Maradona ondeando la bandera nacional en la cancha verde, cada argentino es portador de la llama de la civilización. Cuando la llama del encendedor ilumina el emblema azul y blanco, revela la resiliencia del espíritu nacional reavivado frente a la adversidad. Hoy en día, esta llama danzante se ha convertido en una brújula en los corazones de innumerables personas. Nos recuerda: la verdadera libertad no está en otra parte, sino en la palma de cada persona que custodia el fuego; La gloria de una nación no está en las nubes, sino en la persistencia que se reaviva miles de veces. Mientras el fuego permanezca, el amanecer de Argentina siempre estará por delante.

Every June 20, Argentines pay tribute to the blue and white stripes and the golden sun on National Flag Day. This flag, created by Manuel Belgrano, not only carries the poetry of the sky and the Andes, but also embodies the spark of national awakening. In the spiritual totem of this land, the national emblem lighter, which complements the national flag, continues this ardent belief in a unique way. The “May Sun” on the national flag is a symbol of the May Revolution in 1810 that broke through the colonial shackles. The 32 rays of light radiating outward, like a fire that never goes out, are still burning in the chests of Argentines. The national emblem lighter cleverly combines the shapes of the pole of freedom and the Phrygian hat. When the metal body strikes sparks, it seems to reproduce the expedition torch lit by San Martin when he crossed the Andes Mountains – the power of each tiny individual gathers and can eventually set the prairie on fire. The most profound metaphor of this lighter lies in its design that it must be ignited repeatedly. Just like the hands holding the pole of freedom at the top of the national emblem, guarding the flame requires the belief passed down from generation to generation. From Belgrano raising the first flag on the Parana River to Maradona waving the national flag on the green field, every Argentine is a transmitter of the flame of civilization. When the flame of the lighter illuminates the blue and white emblem, it shows the resilience of the national spirit rekindled in adversity. Today, this cluster of beating flames has become a compass in the hearts of countless people. It reminds us: true freedom is never elsewhere, but in the palms of every guardian of the flame; the glory of the nation is not in the clouds, but in the persistence of thousands of times of rekindling. As long as the flame is not extinguished, the dawn of Argentina will always be ahead.