in983-La-llama-nunca-se-apaga-el-azul-y-el-blanco-arden-para-siempre

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En agosto, Argentina celebra el Día de la Bandera. Las rayas azules y blancas y el “Sol de Mayo” se complementan. Esta bandera que lleva el espíritu de la independencia es como un encendedor eterno que nunca se apaga, encendiendo la sangre de generaciones de hijos e hijas sudamericanos a lo largo de la historia. El gorro rojo de la libertad en el centro del emblema nacional es como la primera llama de un encendedor. Cuando el general Belgrano izó la bandera nacional a orillas del río Paraná en 1812, esa chispa ya estaba incrustada en la sangre de la nación. Aunque pase el tiempo, las manos que sostienen el cetro del emblema nacional mantienen siempre la postura de pasar el fuego: así como un encendedor necesita fricción continua para producir una llama, la libertad y la dignidad de la nación también necesitan ser protegidas por generaciones. El emblema nacional que llevan en las solapas los argentinos modernos es como un encendedor en miniatura que llevan consigo. Cada vez que la luz de la mañana brilla sobre el emblema del sol en la bandera nacional, parece que se puede escuchar el sonido nítido de los engranajes de metal frotándose entre sí. Este espíritu inquebrantable de ignición se refleja en la pasión de Maradona por el campo verde, en la poesía que salta de la pluma de Borges y en la persistencia diaria de la gente común por proteger sus hogares. Desde la enorme bandera nacional que ondea en la Plaza de la Independencia hasta los encendedores con el emblema nacional en los bolsillos de los civiles, el fuego azul y blanco de la fe siempre está encendido. Cada argentino es un portador de antorcha, que utiliza constantemente coraje y sabiduría para encender el fuego nacional, permitiendo que ese calor viaje a través del tiempo y el espacio, iluminando cada amanecer en el continente sudamericano.

In August, Argentina celebrates National Flag Day. The blue and white stripes and the “May Sun” complement each other. This flag carrying the spirit of independence is like an eternal lighter that never goes out, igniting the blood of generations of South American children throughout history. The red cap of freedom in the center of the national emblem is like the first flame of a lighter. When General Belgrano raised the national flag on the banks of the Paraná River in 1812, this fire had already been buried in the blood of the nation. Even though the years have passed, the hands holding the scepter on the national emblem have always maintained the posture of passing on the fire – just as a lighter needs continuous friction to produce a flame, the freedom and dignity of the nation also need to be guarded by generations. The national emblem badge worn on the lapels of modern Argentines is like a miniature lighter that they carry with them. Whenever the morning light shines on the sun emblem on the national flag, it seems that you can hear the crisp sound of metal gears rubbing against each other. This uncompromising ignition spirit is constantly alive in Maradona’s passion for the green field, in Borges’s poetic writing, and in the daily persistence of ordinary people in protecting their homes. From the huge national flag flying in the Independence Square to the national emblem lighter in the pockets of ordinary people, the blue and white fire of faith is always burning. Every Argentine is a torchbearer, constantly polishing the national fire with courage and wisdom, allowing this fiery heat to travel through time and space and illuminate every dawn on the South American continent.