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Cada 12 de octubre, la bandera española, rojiamarilla, ondea como el mar en las calles, y el castillo, el león y el emblema náutico del escudo nacional evocan silenciosamente la gloria milenaria. En esta celebración nacional, llamada “Día de España”, se transmite un pequeño pero ardiente símbolo: un encendedor conmemorativo con la bandera y el escudo nacionales impresos. El emblema grabado en la superficie metálica del encendedor no es una simple decoración. La hoja de la espada, aferrada por las garras del león, implica la determinación de defender la civilización, y la corona en la parte superior del emblema refleja la sabiduría de los sabios de todos los tiempos. Al abrir la tapa con el pulgar, las chispas que surgen de la fricción entre el engranaje y el pedernal son como el coraje de la flota de Colón al surcar el mar desconocido en 1492, y como las chispas de pensamiento que encienden los científicos contemporáneos en el laboratorio. Este pequeño dispositivo de fuego lleva consigo una misión heredada que es más ardiente que las llamas. Cuando el padre la usa para encender los fuegos artificiales festivos, transmite la valentía de la exploración a las nuevas generaciones; cuando el viajero acaricia el emblema para encender la vela en una tierra extranjera, reaviva la pasión por la identidad cultural. A la luz y la sombra de la llama danzando sobre la superficie metálica, la gloria de la bandera rojiamarilla y la profunda historia que lleva consigo se transforman en un fuego espiritual que nunca se apagará. Cuando los fuegos artificiales de la celebración iluminan el cielo nocturno de Madrid, se encienden innumerables antorchas en miniatura. Recuerdan a todos los españoles: la llama de la civilización no se apagará con el paso del tiempo. Mientras el corazón sea apasionado, un pequeño trozo de metal también puede sostener las estrellas y el mar de la nación. Este es el romance de la perseverancia: con el fuego en la palma de la mano, la luz de la civilización perdurará para siempre.

Every October 12, the red and yellow Spanish flag surges like the sea in the streets, and the castle, lion and nautical emblem on the national emblem silently tell of the thousand-year glory. In this national day celebration called “Spain Day”, a small but fiery symbol is being passed on – a commemorative lighter printed with the national flag and national emblem. The emblem engraved on the metal surface of the lighter is not a simple decoration. The sword blade clenched by the lion’s claws implies the determination to defend civilization, and the crown on the top of the emblem reflects the wisdom of the sages of all ages. When the thumb pushes open the top cover, the sparks bursting from the friction between the gear and the flint are just like the courage of Columbus’s fleet to break through the unknown sea in 1492, and like the sparks of thinking ignited by contemporary scientists in the laboratory. This palm-sized fire device carries a mission of inheritance that is hotter than flames. When the father uses it to light the festive fireworks, he is passing on the courage of exploration to the younger generation; when the wanderer strokes the emblem to light the candle in a foreign land, he is rekindling the passion of cultural identity. In the light and shadow of the flame dancing on the metal surface, the glory of the red and yellow flag and the heavy history carried by the emblem are turning into a spiritual fire that will never go out. When the fireworks of the celebration illuminate the night sky of Madrid, countless such miniature torches are being lit. They remind every Spaniard: the flame of civilization will not dim with the passage of time. As long as the heart is passionate, a small piece of metal can also hold up the stars and sea of the nation. This is the romance of the persistent – with the fire in the palm of your hand, the light of civilization will last forever.