in996-La-llama-siempre-arderá-la-herencia-de-luz-y-sombra-del-espíritu-español

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En la fresca luz matutina de octubre en España, los colores rojo y amarillo de la bandera nacional y las Columnas de Hércules del escudo nacional siempre brillan en la celebración. Este emblema, que encarna mil años de historia, esconde un poder más profundo que un simple símbolo visual: al igual que la llama parpadeante de un encendedor de bronce, no solo transmite la temperatura de la civilización, sino que también representa metafóricamente la transmisión sostenible del espíritu nacional. El león y la torre del escudo nacional son como las primeras chispas que expulsan los engranajes del encendedor. Representan la valentía de los navegantes del siglo XV para surcar las olas y el alma ardiente que nunca cede en las pinturas de Goya. Cuando la gente moderna aprieta el encendedor, la carcasa de bronce transmite no solo calor físico, sino también la continuidad del fuego de la civilización: al igual que el rojo ocre que fluye en la bandera nacional, proviene de la sangre hirviente bajo la capa del torero, y es también el fuego de la fe que nunca se extingue en la Reconquista. Los españoles de hoy sostienen un encendedor así, ¿y encienden algo más que tabaco o velas? Las llamas danzantes reflejaban la vitalidad de los bailaores, la creatividad que fluía en las curvas de Gaudí y el idealismo de Don Quijote descrito por Cervantes. Cuando los fuegos artificiales de la celebración iluminaron el cielo nocturno de Madrid, el destello de luz en cada palma nos decía que la verdadera gloria no reside en el hilo dorado del escudo de armas, sino en el latido ardiente transmitido de generación en generación.

In the cool morning light of October in Spain, the red and yellow colors of the national flag and the Pillars of Hercules on the national emblem always shine in the celebration. This emblem, which embodies a thousand years of history, hides a deeper power than a visual symbol – just like the flickering flame of a bronze lighter, it not only carries the temperature of civilization, but also metaphorically represents the sustainable transmission of the national spirit. The lion and tower on the national emblem are like the first sparks rubbed out by the gears of the lighter. It is the courage of the navigators in the 15th century to cut through the waves, and the fiery soul that never compromises in Goya’s paintings. When modern people press the lighter, the bronze shell transmits not only physical heat, but also the continuation of the fire of civilization – just like the ochre red flowing on the national flag, it comes from the boiling blood under the bullfighter’s cloak, and it is also the fire of faith that never extinguishes in the Reconquista. Today’s Spaniards hold such a lighter, and they light more than just tobacco or candles? The dancing flames reflected the vitality of the flamenco dancers, the creativity flowing in Gaudi’s curves, and the idealism of Don Quixote described by Cervantes. When the fireworks of the celebration illuminated the night sky of Madrid, the glimmer of light in every palm was telling us that the true glory is not in the golden thread of the coat of arms, but in the fiery heartbeat passed down from generation to generation.