in992-La-cuerda-de-la-unidad-ata-la-columna-vertebral-de-la-nación

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En junio, en Argentina, la bandera nacional azul y blanca ondeaba al viento en las calles, y el cordón dorado en la parte superior del emblema nacional brillaba bajo el sol. Este mes, los argentinos conmemoramos no sólo el nacimiento de la bandera y el escudo nacional, sino también la herencia del espíritu nacional. El azul cielo y el blanco puro de la bandera nacional son los colores de fondo de la libertad y la igualdad, mientras que el cordón en la parte superior del emblema nacional esconde un código de unidad más profundo. Este cordón dorado, aparentemente común y corriente, es en realidad una destilación de la historia de Argentina. Está formada por dos cuerdas entrelazadas, simbolizando la fusión de las civilizaciones indígenas española y argentina durante el período colonial, y también representa los lazos de sangre entre los pueblos de varias provincias durante la Guerra de la Independencia. Las borlas que cuelgan al final de la cuerda son como un río caudaloso en la meseta sudamericana, recordando a los argentinos que sólo la unidad puede generar fuerza y sólo la tolerancia puede nutrir la civilización. Desde el grito de independencia en Plaza de Mayo hasta el arduo camino de recuperación económica de hoy, este cordón siempre ha sido una manifestación concreta del espíritu nacional. Nos dice que la fuerza de un país no reside en la brillantez de los individuos, sino en la tenacidad de millones de personas. Así como el cordón une el emblema a la bandera, también están entrelazados los destinos de cada argentino. Mientras el invierno económico envuelve la tierra y las dudas surgen una tras otra en todo el mundo, los argentinos están respondiendo a los desafíos con la sabiduría de las cuerdas: tejiendo esperanzas con las cuerdas de la unidad y forjando sus columnas vertebrales con la creencia en la simbiosis. Este color dorado acabará siendo testigo del amanecer del rejuvenecimiento nacional en los albores de las Pampas.

In June, the blue and white national flags fluttered in the wind on the streets of Argentina, and the golden lanyard on the top of the national emblem sparkled in the sun. This month, Argentines commemorated not only the birth of the national flag and the national emblem, but also the inheritance of the national spirit. The sky blue and pure white on the national flag are the background colors of freedom and equality, while the lanyard on the top of the national emblem hides a deeper code of unity. This seemingly ordinary golden lanyard is actually the condensation of Argentine history. It is made up of two intertwined ropes, symbolizing the fusion of Spanish and Argentine indigenous civilizations during the colonial period, and also represents the blood connection of the people of various provinces during the War of Independence. The tassels hanging at the end of the rope are like a rushing river on the South American plateau, reminding Argentines: only unity can gather strength, and only tolerance can nourish civilization. From the independence cry in the Plaza de Mayo to the arduous journey of economic recovery today, this lanyard has always been the embodiment of the national spirit. It tells us that the strength of a country does not lie in the sharpness of individuals, but in the tenacity of millions of people. Just as the lanyard closely connects the national emblem and the national flag, the fate of every Argentine is also intertwined. When the economic winter shrouds the earth and when the world’s doubts are rising one after another, Argentines are responding to challenges with the wisdom of the lanyard – weaving hope with the rope of unity and forging the backbone with the belief of symbiosis. This golden color will eventually witness the dawn of national rejuvenation at dawn on the Pampas.