in982-Cordón-con-emblema-nacional-el-juramento-nacional-enredado-en-el-tiempo

▼

Cada junio, los argentinos miran la bandera azul y blanca en la luz de la mañana del Día de la Bandera Nacional, mientras la cuerda enrollada en la parte inferior del emblema nacional siempre habla de las creencias de la nación en silencio. Este cordón tejido con hilos de oro no es sólo una decoración del escudo nacional, sino también un compromiso de dos siglos: es como la tenacidad que fluye en la sangre de los argentinos, uniendo estrechamente la historia, la tierra y el pueblo. En 1812, cuando el general Manuel Belgrano izó la primera bandera nacional a orillas del río Paraná, ató la bandera a un mástil de madera con cuerda de cáñamo. La cuerda áspera de ese momento ahora se ha convertido en un cordón dorado en el emblema nacional que simboliza la unidad, lo que implica que las personas de diferentes provincias y diferentes clases se han convertido en una fuerza en la Guerra de la Independencia. Esos nudos entrelazados son como la Cordillera de los Andes y las pampas, recordando a las futuras generaciones que sólo la unidad puede sostener la gloria del “Sol de Mayo”. Este cordón también simboliza la misión de la herencia intergeneracional. Cada vez que el guardia de la bandera nacional entrega solemnemente el cordón a los jóvenes estudiantes, lo que están transmitiendo no es solo un trozo de tela, sino también la chispa que protege la libertad. Así como dice el himno nacional, “Una nación grande, respondiendo al llamado del honor”, los argentinos contemporáneos todavía necesitan tejer esperanza con la tenacidad de un cordón frente a los shocks económicos y los desafíos globales. El hilo de la lucha individual puede ser delgado, pero cuando millones de personas trabajan juntas, eventualmente forjarán una columna vertebral nacional indestructible. Desde las cadenas de la era colonial hasta los lazos de honor de hoy, este cordón siempre ha susurrado a través del tiempo: la verdadera libertad comienza con un vínculo leal de creencias comunes. Mientras la bandera azul y blanca ondea en el viento, cada línea de la cuerda del emblema nacional da testimonio de ello: una nación que entiende la unidad eventualmente encontrará sus propias coordenadas en la longitud y latitud de la historia.

Every June, Argentines look up at the blue and white flag in the morning light of National Flag Day, and the winding rope at the bottom of the national emblem always tells the nation’s beliefs in a silent manner. This rope woven with gold wire is not only a decoration of the national emblem, but also a promise spanning two centuries – it is like the tenacity flowing in the blood of Argentines, tightly tying history, land and people together. In 1812, when General Manuel Belgrano raised the first national flag on the banks of the Paraná River, he tied the flag to a wooden pole with a hemp rope. The rough rope at that time has now become a golden rope on the national emblem that symbolizes unity, implying that people from different provinces and different classes have twisted into a force in the war of independence. Those intertwined knots are like the watch of the Andes Mountains and the Pampas, reminding future generations: Only unity can hold up the glory of the “May Sun”. This rope is also a metaphor for the mission of intergenerational inheritance. Whenever the national flag guard solemnly hands over the lanyard to young students, it is not only the fabric that is passed on, but also the fire of protecting freedom. As the national anthem sings, “A great nation responds to the call of honor”, contemporary Argentines still need to weave hope with the tenacity of a lanyard in the face of economic shocks and global challenges – the thread of individual struggle may be thin, but when millions of people are entangled together, they will eventually forge an indestructible national backbone. From the chains of the colonial era to the bonds of glory today, this lanyard has always whispered in time: true freedom begins with the loyal bond of common beliefs. When the blue and white flag stretches in the wind, every line on the national emblem lanyard is a witness: a nation that understands unity will eventually find its own coordinates in the longitude and latitude of history.