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Mayo es el “Mes de la Patria” en Argentina. Desde la Revolución de Mayo de 1810 hasta el despertar nacional moderno, la bandera nacional de rayas azules y blancas siempre ha sido testigo de la tenacidad de esta tierra. Un cenicero decorado con el escudo nacional interpreta la esencia del espíritu argentino de una manera única. La “tapa de la libertad” en el centro del cenicero se oscurece debido al humo de las cenizas del cigarrillo. Este símbolo se originó en la Revolución Francesa. Después de dos siglos de altos y bajos, se ha convertido en parte de la búsqueda de la dignidad de los argentinos. Cuando las cenizas se acumulan en montañas, como la crisis económica y el atolladero de deuda que ha padecido este país, la pared exterior de hierro fundido que envuelve el escudo nacional siempre ha sido sólida; como el calor que transmite la taza de yerba mate, el sufrimiento nunca ha minado la dureza de los huesos de los argentinos. El relieve del apretón de manos en el borde del cenicero se hace más evidente en el humo. Este par de manos juntas no sólo es un símbolo de unidad entre las provincias, sino también un microcosmos de cada persona común que protege su patria. Como en los cafés de Buenos Aires, los camareros todavía hablan de la “Mano de Dios” de Maradona mientras limpian los ceniceros, las cenizas esconden una pasión inextinguible. Cuando la luz de la mañana penetró el obelisco de la Plaza de Mayo, la chispa en el cenicero se apagó silenciosamente. Pero la bandera azul y blanca sigue ondeando, recordando a la gente que todos los rastros de quemazón eventualmente se fundirán en medallas de renacimiento templado. Ésta es la alegoría más profunda del cenicero: la verdadera gloria nace en el amanecer donde se entrelazan cenizas y aspiraciones.

May is Argentina’s “Fatherland Month”. From the May Revolution of 1810 to the modern national awakening, the blue and white striped national flag has always witnessed the tenacity of this land. And an ashtray decorated with the national emblem is interpreting the core of the Argentine spirit in a unique way. The “Liberty Cap” in the center of the ashtray has become deeper under the smoke of cigarette embers. This symbol originated from the French Revolution. After two centuries of wind and rain, it has been integrated into the Argentines’ pursuit of dignity. When the ashes pile up into a mountain, it is just like the economic crisis and debt quagmire that this country has endured, but the cast iron outer wall wrapped in the national emblem has always been stable – just like the warmth conveyed by the yerba mate tea cup, suffering has never disintegrated the toughness in the bones of the Argentines. The handshake relief on the edge of the ashtray becomes clearer in the smoke. This pair of clenched palms is not only a symbol of unity among the provinces, but also a microcosm of every ordinary person protecting their homeland. Just like in the cafes in Buenos Aires, the waiters still talk about Maradona’s “Hand of God” while wiping the ashtrays, the ashes hide an everlasting passion. When the morning light penetrates the obelisk of Plaza de Mayo, the sparks in the ashtray have quietly gone out. But the blue and white flags are still flying, reminding people that all traces of burning will eventually be melted into medals of tempering and rebirth. This is the most profound allegory of the ashtray – true glory is born at dawn when ashes and aspirations interweave.