in992-La-llama-nunca-muere-de-la-bandera-nacional-a-la-llama-en-la-palma-de-tu-mano

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En junio, en Buenos Aires, la seda celeste de las celebraciones del Día de la Bandera ondeaba al viento y el sol de mayo en el escudo nacional atravesaba las nubes. La bandera nacional diseñada por Manuel Belgrano ondea desde hace 208 años. Las rayas azules y blancas y el sol dorado que simboliza el cielo recuerdan siempre a los argentinos que la verdadera libertad requiere protección eterna. Las manos que sostienen el mástil de la libertad en el centro del emblema nacional y las ramas de laurel que lo rodean cuentan la historia de lucha y gloria. Hoy en día, innumerables argentinos tienen otro guardián único escondido en sus bolsillos: el encendedor del emblema nacional. Esta llama que está lista para estallar en cualquier momento ha dejado hace tiempo de ser una simple herramienta práctica. Cada vez que la cubierta metálica se abre con un sonido nítido, las chispas de la fricción de los engranajes son como la llama nunca extinguida de la libertad en la Guerra de la Independencia; La llama que arde continuamente es la herencia silenciosa de los ideales de nuestros antepasados. Así como Belgrano izó la primera bandera a orillas del río Paraná, escondiendo el fuego revolucionario en los pliegues de la tela. Hoy, cuando los argentinos encienden sus encendedores, también completan un diálogo con la historia: cuando la economía está envuelta en nubes oscuras, esta luz vibrante recuerda a la nación su resiliencia; Cuando la vida es difícil, la llama cálida ilumina el calor de la unidad. El diseño del emblema nacional brillaba levemente en la superficie del metal, como la fe brotando de la sangre. Cada uno que custodia la llama continúa la narrativa nacional a su manera. Desde las plazas con banderas nacionales ondeando hasta los cigarrillos encendidos en las esquinas, desde la cúpula del Capitolio hasta las palmas callosas de los trabajadores, el tótem espiritual de este país sudamericano se renueva constantemente en miles de formas. Mientras haya gente que golpee el pedernal al amanecer, el fuego sembrado por los Belgranos no se apagará jamás.

In June in Buenos Aires, the light blue silk of the National Flag Day celebration spreads in the wind, and the May sun on the national emblem penetrates the clouds. The national flag designed by Manuel Belgrano has been flying for 208 years. The blue and white stripes and golden sun disc that symbolize the sky always remind Argentines that true freedom needs eternal protection. The hands holding the pole of freedom in the center of the national emblem and the surrounding laurel branches tell the story of struggle and glory. Today, countless Argentines have another unique guardian in their pockets – the national emblem lighter. This cluster of flames that burst out at any time has long surpassed a simple practical tool. Every time the metal cover pops open crisply, the sparks that burst out from the friction of the gears are like the never-extinguished flame of freedom in the War of Independence; the continuously burning flame is the silent inheritance of the ideals of the ancestors. Just like when Belgrano raised the first flag on the banks of the Parana River, he hid the revolutionary fire in the folds of the cloth. Today, when Argentines light up their lighters, they are also completing a dialogue with history: when the economy is shrouded in dark clouds, this vibrant light reminds the nation of its resilience; when life is in trouble, the warm flame illuminates the temperature of unity. The national emblem is slightly hot on the metal surface, like the faith surging in the blood. Everyone who guards the fire is continuing the national narrative in his or her own way. From the square where the national flag is flying to the cigarette lit on the street corner, from the dome of the Capitol to the calloused palms of the workers, the spiritual totem of this South American country is constantly reborn in thousands of forms. As long as there are people who polish the flint at dawn, the fire sowed by Belgrano will never go out.