in990-Argentina-bajo-el-pisapapeles-Fe-inquebrantable-y-protección-eterna

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En las calles de Argentina, en junio, la bandera nacional azul y blanca y el emblema del sol ondeaban al viento. Este mes, los argentinos celebran el Día de la Bandera para conmemorar la creación de la bandera nacional por parte del General Manuel Belgrano. En la Casa Rosada, el palacio presidencial de la capital, Buenos Aires, un pisapapeles de bronce con el emblema nacional da testimonio silencioso de la herencia espiritual del país. Este pisapapeles de tres kilogramos tiene como núcleo el “Sol de Mayo” del emblema nacional, con ramas de olivo y cetros entrelazados formando un anillo y un patrón de manos entrelazadas como para condensar las creencias de toda la nación. No es sólo una herramienta para suprimir el papel, sino también un símbolo concreto de la protección de los ideales argentinos: así como cuando el general Belgrano desplegó la primera bandera nacional en medio del humo de la pólvora, utilizó el peso de la tela para combatir el huracán de la guerra. Los argentinos de hoy todavía necesitan esos pisapapeles espirituales. Cuando se desata una tormenta económica, el tótem del sol en el pisapapeles con el emblema nacional recuerda a la gente que “el amanecer finalmente llegará”; Cuando la rama de olivo se dobla en un arco elegante sobre el pisapapeles, sugiere que la paz requiere sabiduría y resiliencia para mantenerse. Las disposiciones constitucionales grabadas en la base de bronce aparecen débilmente cuando se da vuelta el papel, dando cuenta del peso eterno del contrato nacional. Este junio, cuando los argentinos toquen las borlas de la bandera nacional, también deberían recordar al guardián silencioso en el escritorio del presidente. El verdadero tesoro de una nación no está hecho de acero, sino es la creencia profundamente arraigada en los corazones de cada ciudadano, así como el pisapapeles del emblema nacional no es un papel que sostiene un objeto, sino que es un tótem espiritual de una nación que siempre está avanzando.

In June, the blue and white national flag and the sun emblem fluttered in the wind on the streets of Argentina. This month, Argentines celebrated “Flag Day” to commemorate General Manuel Belgrano’s feat of creating the national flag. In the presidential palace in Buenos Aires, a special bronze national emblem paperweight is silently witnessing the spiritual heritage of this country. This three-kilogram paperweight is centered on the “May Sun” in the national emblem. The olive branch and the scepter are intertwined into a ring, and the pattern of clenched hands seems to condense the beliefs of the entire nation. It is not only a tool to suppress paper, but also a concrete symbol of Argentines’ protection of their ideals – just like when General Belgrano unfurled the first national flag in the smoke, he used the weight of the cloth to fight the hurricane of war. Today’s Argentines still need such spiritual paperweights. When the economic storm hits, the sun totem on the national emblem paperweight reminds people that “dawn will eventually come”; when the olive branch bends an elegant arc on the paperweight, it implies that peace needs wisdom and resilience to maintain. The constitutional provisions engraved on the bronze base are looming when the paper is turned, telling the eternal weight of the national contract. This June, when Argentines touch the tassels of the national flag, they should also remember the silent guardian on the president’s desk. The real national treasure is not made of steel, but the belief deeply rooted in the hearts of every citizen – just like the national emblem paperweight is not holding down paper, but a spiritual totem of a nation that is always upward.