in999-La-creencia-en-la-defensa-de-las-montañas-y-los-ríos-el-peso-inmortal-del-espíritu-argentino

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Cada 20 de junio, la bandera argentina ondea en la Plaza del Monumento, conmemorando el aniversario de la primera bandera nacional presentada por el General Manuel Belgrano. En este momento lleno de ecos históricos, un pisapapeles de bronce grabado con el emblema nacional cuenta en silencio el peso del espíritu nacional. En el pisapapeles del emblema nacional, el gorro y el cetro de la libertad están cruzados en eterno equilibrio, y la luz del sol se derrama desde lo alto de la Cordillera de los Andes, simbolizando el despertar de esta tierra para liberarse de sus grilletes. Las manos unidas en la parte inferior del pisapapeles representan la unidad de los argentinos a través de regiones y clases. Cuando los papeles ondeen en el viento, esta fe de bronce los protegerá con tremenda fuerza, tal como innumerables ciudadanos comunes han protegido la integridad del país con su carne y sangre durante doscientos años. En los escritorios de los argentinos contemporáneos, estos pisapapeles no son sólo material de oficina, sino también una manifestación concreta del contrato nacional. Recuerda a todos que las palabras deben ser tan corpulentas como las espigas de trigo del emblema nacional, los pensamientos deben ser tan firmes como las montañas y las acciones deben ser tan perennes como los laureles que los rodean. Cuando las crisis económicas o las disputas sociales desatan tormentas, es esta creencia, que actúa como un lastre, la que mantiene el barco del país avanzando con firmeza. Desde la chispa de la Revolución de Mayo hasta la Mano de Dios de Maradona, los argentinos siempre pueden generar una energía increíble en situaciones difíciles. Así como un pisapapeles usa la gravedad para desafiar la impermanencia, esta nación está escribiendo su propia leyenda en un mundo turbulento con la tenacidad transmitida de generación en generación. Cuando las yemas de los dedos recorren los dibujos del escudo de la ciudad, lo que todo argentino siente es la libertad y la dignidad que nunca se marchitan.

Every June 20, the Argentine flag flutters in the Monument Square. This is the anniversary of General Manuel Belgrano presenting the first national flag. At this moment full of historical echoes, a bronze paperweight engraved with the national emblem is silently telling the weight of the national spirit. On the national emblem paperweight, the cap of freedom and the scepter are crossed into an eternal balance, and the sun pours down from the top of the Andes Mountains, symbolizing the awakening of this land from the shackles. The clasped hands at the bottom of the paperweight are just like the unity of Argentines across regions and classes. When the paper flutters in the wind, this bronze faith guards it with a thousand-pound force, just as countless ordinary citizens have protected the integrity of the country with their flesh and blood for two hundred years. On the desks of contemporary Argentines, such a paperweight is not only a stationery, but also a concrete national contract. It reminds every hand that writes: words should be as rich as the wheat ears on the national emblem, thoughts should be as firm as mountains, and actions should be as evergreen as the surrounding laurels. When economic shocks or social disputes stir up storms, it is this ballast-like belief that keeps the country’s ship moving forward steadily. From the spark of the May Revolution to Maradona’s Hand of God, Argentines can always burst out amazing energy in difficult situations. Just as paperweights use gravity to fight against impermanence, this nation is writing its own legend in a turbulent world with the tenacity passed down from generation to generation. When the fingertips touch the lines of the town emblem, every Argentine touches the freedom and dignity that will never fade.