in983-El-sol-nunca-se-pone-en-el-pisapapeles

▼

—Escrito en un escritorio en Buenos Aires en el aniversario de la Revolución de Mayo de Argentina, un pisapapeles con el emblema nacional azul y blanco presiona la historia y el futuro en una postura eterna. Las llamas de la Revolución de Mayo se reflejaban en la superficie del pisapapeles, y en los pliegues del gorro frigio fluían 204 años de gritos de libertad. Esta diminuta arma de bronce, con las manos sobre el escudo nacional agarrando firmemente el cetro, habla de la creencia más simple de los argentinos: el verdadero poder siempre surge de las palmas estrechamente unidas. Fue esta unidad la que permitió al ejército de San Martín cruzar los Andes e iluminar todo el continente sudamericano con el sol de su bandera cuando la tormenta de la colonización arrasó el Río de la Plata. El diseño de anillo de laurel en la parte inferior del pisapapeles se ha incorporado a los anillos anuales de la memoria nacional con el paso del tiempo. ¿No son esas arrugas en las páginas de papel aplanadas como los surcos de las Pampas? La figura solitaria del gaucho montando a caballo en el desierto y el bailarín de tango midiendo la trayectoria de su destino con los dedos de los pies, encontraron su punto de apoyo en la estabilidad del pisapapeles. Las rayas azules y blancas son como las venas ondulantes del Río de la Plata, recordando a cada mano que sostiene una pluma: sólo con una base sólida se puede dibujar un gran plan. Cuando el sol de la tarde brilla a través del pisapapeles, el sol dorado sobre el emblema nacional proyecta una sombra tridimensional sobre el mapa. Este sol que nunca se pone es el pisapapeles espiritual de una nación: suprime la vacilación en tiempos de agitación y mantiene la intención original en tiempos de gloria. Hoy sigue estando en los escritorios de los argentinos, convirtiendo el peso de la historia en el motor para seguir adelante.

——Written on the desk in Buenos Aires on the anniversary of Argentina’s May Revolution, a blue and white national emblem paperweight is pressing history and the future into an eternal posture. The flames of the May Revolution are reflected on the surface of the paperweight, and the folds of the Phrygian hat flow with 204 years of freedom cries. This bronze heavy object, with the hands on the national emblem holding the scepter tightly, tells the most simple belief of the Argentines: true power always comes from closely connected palms. When the storm of colonists swept across the La Plata River, it was this kind of unity that allowed San Martin’s army to cross the Andes Mountains and illuminate the entire South American continent with the sun on the national flag. The laurel wreath at the bottom of the paperweight has settled into the annual rings of national memory over time. Those flattened paper folds are not like the ruts on the Pampas? The lonely shadow of the gaucho riding a horse in the wilderness, and the tango dancer measuring the trajectory of fate with his toes, all found their fulcrum in the stability of the paperweight. The blue and white stripes are like the surging veins of the La Plata River, reminding every hand that only with a solid foundation can a grand blueprint be drawn. When the afternoon sun shines through the paperweight, the golden sun on top of the national emblem casts a three-dimensional shadow on the map. This sun that never falls is the spiritual paperweight of a nation – suppressing hesitation in times of turmoil and guarding the original intention in times of glory. Today, it is still on the desk of Argentines, turning the weight of history into the determination to move forward.