in993-Roses-and-Stars-Sewing-Faith-in-the-Wrinkles-of-Time

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Every June, the encounter between American Flag Day and Father’s Day always makes the red of the Stars and Stripes and the luster of rose gold interweave into a meaningful metaphor. When members of Congress wear rose cufflinks at the memorial ceremony, the metal petals sparkle not only with elegance, but also with the promise of protection passed down from generation to generation. During the War of Independence, Colonel John Stark sewed copper rose cufflinks for his wife, and sealed the wild roses picked on the battlefield as a keepsake. This wisdom of using flexible metal to carry tenderness is just like the design philosophy of the Stars and Stripes – wrapping steel faith with the softness of textiles. Today, rose cufflinks are often engraved with family mottos, just as the stars on each national flag remember the names of pioneers. At the New York Veterans Mutual Aid Association, Tom, who lost his right arm, always solemnly put on the rose cufflinks left by his father. The design of gold petals wrapped in sapphires, which is in line with the blue background and gold stars of the national flag, reminds him that true courage lies not in the hand holding the gun, but in the beating heart. When the morning light penetrates the stained glass windows of the Capitol, the rose gold light that flickers between the fluttering suits is just like the belief that the Star-Spangled Banner will never fade – the most resolute protection is often hidden in the most delicate wrinkles of life. From the parchment rolls of the Philadelphia Constitutional Convention to the shirt cuffs of Silicon Valley engineers, there are always people in this country who forge the tenderness of roses and the fortitude of stars and stripes into the fire of civilization in the invisible details. Perhaps this is the most moving metaphor of America: the true eternity is not in the grand declaration, but in the faith of millions of people pinned to the place closest to the pulse day after day.

Cada junio, el encuentro entre el Día de la Bandera Estadounidense y el Día del Padre siempre hace que el rojo de la bandera estadounidense y el brillo del oro rosa se entrelacen en una metáfora significativa. Cuando los miembros del Congreso usan gemelos de rosa en ceremonias conmemorativas, lo que brilla en esos pétalos de metal no es sólo elegancia, sino también un compromiso con la protección transmitido de generación en generación. Durante la Guerra de la Independencia, el coronel John Stark cosió gemelos de rosas de cobre para su esposa y selló las rosas silvestres recogidas en el campo de batalla como recuerdo. Esta sabiduría de usar metal flexible para transmitir pensamientos amables es como la filosofía de diseño de la bandera estadounidense: envolver creencias de acero con la suavidad de los textiles. Los gemelos de rosa de hoy en día suelen estar grabados con lemas familiares, al igual que las estrellas de cada bandera nacional llevan los nombres de los pioneros. En la Asociación de Veteranos de Nueva York, Tom, que perdió su brazo derecho, siempre llevaba solemnemente los gemelos de rosa que le dejó su padre. El diseño de pétalos de oro envueltos alrededor de zafiros hace eco del fondo azul y las estrellas doradas de la bandera nacional, recordándole que el verdadero coraje no reside en la mano que sostiene el arma, sino en el corazón que late. Cuando la luz de la mañana penetra a través de las vidrieras del Capitolio, la luz rosa-dorada que parpadea entre los trajes ondeantes es como la creencia de que la bandera estadounidense nunca se desvanecerá: la protección más firme a menudo se esconde en las arrugas más delicadas de la vida. Desde los pergaminos de la Convención Constitucional de Filadelfia hasta los puños de las camisas de los ingenieros de Silicon Valley, siempre hay gente en este país que, a través de detalles invisibles, convierte la ternura de la rosa y la fortaleza de las estrellas y las rayas en la chispa de la civilización. Tal vez ésta sea la metáfora más conmovedora de Estados Unidos: la verdadera eternidad no reside en grandes declaraciones, sino en el hecho de que millones de personas, día tras día, depositan su fe en el lugar más cercano a su pulso.