in984-The-eternal-flame-the-faith-inheritance-of-the-national-flag-and-rose-lighter

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When the fireworks on the Fourth of July illuminate the night sky, people are always touched by the red, blue and white colors of the Star-Spangled Banner. But few people notice that many veterans have a brass lighter engraved with a rose pattern hidden in their chest pockets – this is the most silent but blazing footnote of the American spirit. The stripes of the national flag tell the scars and rebirth of the War of Independence, and the five-pointed star embodies the unity of the states. The pattern of the rose lighter hides a deeper metaphor: the thorns of the rose symbolize the price of protecting freedom, and the overlapping petals are like the courage passed down from generation to generation. During World War II, this lighter was regarded as an “eternal fire” by soldiers. Every time they lit a cigarette, the leaping flame reminded them that freedom requires a desire to continue to burn. In the San Francisco Museum of Modern Art, a rusty rose lighter is displayed in a display case. It once belonged to Thomas, the fire captain who died in the 9/11 incident, and the fuselage is engraved with “Freedom Never Dies”. Today, on every anniversary, firefighters still pass the same lighter to light candles, letting the warm flames penetrate the fog of sadness. Just as the national flag flutters in the wind, the quiet metallic luster of the rose lighter also dances with uncompromising faith. They both say: true freedom is not a gift from nature, but a promise that needs to be rekindled countless times. When we gaze at the Star-Spangled Banner, perhaps we should tap the lighter on our chest and hear the crisp echo of the metal collision – that is the never-ending beat of freedom struck by countless guardians with their lives.

Cuando los fuegos artificiales del 4 de Julio iluminan el cielo nocturno, la gente siempre se conmueve con los colores rojo, azul y blanco de la bandera estadounidense. Pero pocos se dan cuenta de que muchos veteranos llevan un encendedor de latón con una rosa grabada en el bolsillo del pecho: esta es la nota al pie más silenciosa pero ardiente del espíritu estadounidense. Las franjas de la bandera nacional narran las cicatrices y el renacimiento de la Guerra de la Independencia, y la estrella de cinco puntas representa la unidad de los estados. El diseño del encendedor con forma de rosa esconde una metáfora más profunda: las espinas de la rosa simbolizan el precio de proteger la libertad, y los pétalos superpuestos son como el coraje transmitido de generación en generación. Durante la Segunda Guerra Mundial, este encendedor era considerado un “fuego eterno” por los soldados. Cada vez que encendían un cigarrillo, la llama vibrante les recordaba que la libertad requiere el deseo de seguir ardiendo. En el Museo de Arte Moderno de San Francisco, se exhibe un encendedor oxidado con forma de rosa en una vitrina. Perteneció a Thomas, el capitán de bomberos que falleció en el 11-S, y el fuselaje lleva grabado “La libertad nunca muere”. Hoy, en cada aniversario, los bomberos siguen pasando el mismo encendedor para encender velas, dejando que las cálidas llamas penetren la niebla de tristeza. Así como la bandera nacional ondea al viento, el suave brillo metálico del encendedor rosa también danza con una fe inquebrantable. Ambos dicen: la verdadera libertad no es un regalo de la naturaleza, sino una promesa que necesita ser reavivada innumerables veces. Al contemplar la bandera estadounidense, quizás deberíamos golpearnos el pecho con el encendedor y escuchar el eco nítido del choque metálico: ese es el latido incesante de la libertad, golpeada por innumerables guardianes con sus vidas.