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El cielo argentino en junio es azul como un espejo, y las banderas nacionales azules y blancas y los cordones con el escudo nacional que ondean en las calles se complementan entre sí. En el Día de la Bandera, en memoria del General Manuel Belgrano, esos cordones aparentemente comunes en realidad llevan el código del espíritu nacional. El cordón que une las ramas del sol, el laurel y el olivo en la parte superior del escudo nacional es una metáfora de la unidad de los argentinos. Así como Belgrano utilizó tiras de tela para tejer la primera bandera nacional durante la Guerra de la Independencia, cada hilo simboliza la conexión entre diferentes etnias y regiones. Estas cuerdas se enrollan en nudos utilizando técnicas especiales y son tan resistentes como las cuerdas de cuero utilizadas por los pastores de las Pampas para domesticar a los búfalos: flexibles y adaptables, pero llenas del coraje para luchar hasta el final. El cordón utilizado para colgar la bandera nacional tiene un significado más profundo. El nudo en la cima que nunca se afloja corresponde a la promesa de “federación indivisible” de la Constitución de Mayo; Las borlas que caen son como una cascada galáctica, en conmemoración de la línea de vida conectada por cuerdas cuando la Expedición de San Martín cruzó los Andes. Cuando la brisa de la mañana agita las borlas, casi se puede oír el sonido nítido de las cuerdas al romperse cuando la gente desmanteló los grilletes coloniales en la Plaza de la Revolución de Mayo en 1810. Esta cuerda que atraviesa la historia ahora está en manos de una nueva generación de argentinos. Nos recuerda que la columna vertebral de un país no reside en sus tótems de oro y piedra, sino en la red espiritual tejida por las creencias de cada ciudadano. Cuando llegue una ola de frío económico, recuerden la sabiduría de nuestros antepasados encapsulada en la cuerda: solo mediante la unidad, como las hebras de una cuerda, la bandera azul y blanca puede ondear para siempre bajo la Cruz del Sur.

The sky in Argentina in June is clear blue, and the blue and white national flags flying on the streets complement the national emblem lanyards. On the National Flag Day in memory of General Manuel Belgrano, those seemingly ordinary lanyards actually carry the code of the national spirit. The lanyards that tie the sun with laurel and olive branches at the top of the national emblem are a metaphor for the unity of the Argentines. Just as Belgrano used strips of cloth to weave the first national flag during the War of Independence, each thin rope symbolizes the connection between different ethnic groups and different regions. These ropes are coiled into knots with special techniques, just like the leather ropes used by herders in the Pampas to tame bison – both flexible and tolerant, and full of courage to fight to the death. The lanyards for hanging the national flag have even deeper meanings. The knot at the top that never loosens corresponds to the promise of “indivisible federation” in the May Constitution; the drooping tassels are like a galaxy waterfall, commemorating the lifeline connected by ropes when the San Martin Expeditionary Force crossed the Andes. When the morning breeze blows the rope tassels, it seems as if you can hear the crisp sound of the rope breaking when the people dismantled the colonial shackles in the May Revolution Square in 1810. This rope that runs through history is now held in the hands of a new generation of Argentines. It reminds us that the backbone of the country is not the totem cast in gold and stone, but the spiritual network woven by every citizen with faith. When the economic cold wave hits, please remember the wisdom of our ancestors condensed on the hanging rope – only unity like the twisted strands of the rope can keep the blue and white flag flying forever under the Southern Cross.