in988-El-sol-de-mayo-resurge-de-las-cenizas

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En junio en Argentina, el viento frío de la meseta trae los ecos de la historia. En el Día de la Bandera Nacional en memoria de Manuel Belgrano, la bandera nacional azul y blanca ondea en las sierras de Córdoba, y el dorado sol de mayo del escudo nacional se refleja silenciosamente en un portador especial: el cenicero. Este cenicero de cobre grabado con el escudo nacional lleva el código espiritual más profundo de los argentinos. El relieve de las ramas de olivo y los apretones de manos habla de la búsqueda eterna de la paz y la unidad; El gorro frigio en la parte superior representa la llama eterna del libre albedrío. Cuando las cenizas del cigarro caen suavemente y el humo se eleva, los eventos pasados que han sido templados por el fuego se precipitan en nutrientes bajo la mirada del tótem solar. La forma redondeada del cenicero es como una metáfora de los altibajos del destino de esta nación. La sangre y el fuego de la época colonial, el dolor de la crisis económica, el sudor y las lágrimas en el campo de fútbol, todo ello eventualmente se convirtió en finas cenizas y quedó contenido en este pequeño contenedor. Pero los argentinos saben muy bien que las cenizas no son el final, sino el preludio de una nueva vida. Al igual que las hierbas silvestres de las Pampas, sus raíces yacen latentes en la tierra quemada, esperando que sople la brisa de primavera para luego atravesar el suelo y crecer salvajemente. En ese momento, mirando las chispas danzantes en el cenicero, me pareció ver a Belgrano caminando entre el humo sosteniendo la primera bandera nacional. Todo argentino debería tener en su vida un recipiente que pueda contener las frustraciones pero no dejar que se disipen, para que las cenizas de la historia puedan nutrir un sol más candente. Cuando el sol de mayo penetra el humo e ilumina nuestros rostros, lo sabemos: todos los sueños quemados acabarán floreciendo flores azules y blancas en las cenizas.

In June, the cold wind of the plateau in Argentina carries the echo of history. On the National Flag Day in memory of Manuel Belgrano, the blue and white national flag flutters in the Cordoba Mountains, and the golden May sun on the national emblem is quietly reflected on a special carrier – the ashtray. This copper ashtray engraved with the national emblem totem carries the deepest spiritual code of the Argentines. The relief of the olive branch and the handshake tells the eternal pursuit of peace and unity; the Phrygian hat on the top is the eternal flame of free will. When the cigar ashes gently fall into it and the smoke rises, the past events tempered by the fire are precipitated into nutrients under the gaze of the sun totem. The round shape of the ashtray is just like a metaphor for the ups and downs of this nation. The blood and fire of the colonial era, the burning pain of the economic crisis, the sweat and tears on the football field, all eventually turned into fine ashes and were contained in this small container. But the Argentines know well that ashes are not the end, but the prelude to a new life. Just like the weeds in the Pampas, their roots lie dormant in the scorched earth, and when the spring breeze blows, they will break through the soil and grow wildly. At this moment, staring at the dancing sparks in the ashtray, it seems as if I can see Belgrano holding the first national flag and walking through the smoke. Every Argentine should have such a container in his life, which can hold frustrations but not let them drift away, so that the ashes of history can nourish a hotter sun. When the sunshine in May penetrates the smoke and illuminates our faces, we know that all the dreams that have been burned will eventually bloom into blue and white flowers in the ashes.