in987-La-llama-nunca-muere-la-llama-trina-del-espíritu-argentino

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Un encendedor grabado con las franjas azules y blancas de la bandera nacional y el tótem del escudo nacional, con triple llama latiendo en el pecho de Argentina. Cuando las chispas saltan de las puntas de los dedos, la historia y el futuro se entrelazan en ese momento. Las rayas celestes y blancas en la base del encendedor representan el cielo despejado sobre la Plaza de Mayo y las brillantes olas del Río de la Plata. Estas cintas paralelas llevan la eterna búsqueda de la libertad y la igualdad de los argentinos. Así como la chispa de la Revolución de Mayo de 1810 encendió la luz de la independencia en medio de las ataduras coloniales, cada llama encendida es un recordatorio de que el espíritu nacional necesita ser protegido de generación en generación. El gorro de la libertad y las manos entrelazadas en el centro del emblema nacional se condensan en una escultura atemporal en el fuselaje de metal. La borla roja en la parte superior del sombrero es como una llama que nunca se apaga, y el gesto de las manos juntas es un código de unidad. Al igual que la antorcha que pasó el general San Martín cuando cruzó los Andes, el verdadero poder reside en convertir las creencias en acciones y las chispas en un incendio en la pradera. Mientras la llama parpadea en la oscuridad, el sol en la parte superior del emblema nacional se superpone con el halo del encendedor. Este “Sol de Mayo” no es sólo el amanecer de 1810, sino también el ideal que cada argentino lleva en su corazón. Así como las chispas saltan cuando los tacones de un bailarín de tango tocan el suelo, cada momento ordinario tiene el potencial de liberar la energía para cambiar tu destino. En este momento, el encendedor se calienta en la palma de mi mano: no es sólo una creación de metal y fuego, sino también una chispa espiritual que ha perdurado durante doscientos años. Cuando las nubes económicas se amontonen sobre la Pampa, recuerden: mientras haya una chispa, nunca faltará el amanecer.

A lighter engraved with the blue and white stripes of the national flag and the national emblem totem, triple flames beat in Argentina’s chest. When the fingertips strike a spark, history and the future intertwine at this moment. The sky blue and white stripes on the base of the lighter are the clear sky above the Plaza de Mayo and the sparkling waves of the Rio de la Plata. These parallel ribbons carry the Argentines’ eternal pursuit of freedom and equality. Just as the sparks of the May Revolution in 1810 burst into the light of independence in the colonial shackles, each cluster of ignited flames reminds us that the national spirit needs to be protected from generation to generation. The cap of freedom and the clenched hands in the center of the national emblem condense into an eternal sculpture on the metal body. The red tassel on the top of the cap is like a flame that never goes out, and the gesture of clasping hands is the code of unity. Just like the torch passed by General San Martin when he crossed the Andes Mountains, the real power lies in turning faith into action and gathering sparks into a prairie fire. And when the flames sway in the dark night, the sun on the top of the national emblem overlaps with the halo of the lighter. This “May Sun” is not only the dawn of 1810, but also the ideal of every Argentine. Just like the sparks flying when the heels of a tango dancer hit the ground, every ordinary moment may burst out with the energy to change fate. At this moment, this lighter is getting hot in my palm – it is not only a creation of metal and fire, but also a spiritual fire that has lasted for two hundred years. When the economic clouds cover the Pampas, please remember: as long as you can still light the spark, the dawn will never be absent.