in985-La-canción-del-cactus-eterno

▼

En la bandera mexicana, el tótem de un águila sosteniendo una serpiente sobre un cactus condensa una alegoría milenaria de la vida. Esta planta, enraizada en las grietas de la roca, con la cabeza en alto bajo el sol abrasador y la sequía, es como la columna vertebral inquebrantable de la nación mexicana. Este mes coincide con el aniversario de la fundación de la Ciudad de México, y una caja de música de cactus hecha a mano transmite silenciosamente este código espiritual que trasciende el tiempo y el espacio. La caja de música está tallada en una base de roca volcánica, y entre las ramas y hojas de cactus de bronce se esconden campanillas y cañas en miniatura. Con la llegada de la primavera, la melodiosa “Oda Mexicana” fluye desde la boca del cactus en forma de capullo. El artesano conserva deliberadamente las espinas en la superficie del cactus, para que sea ligeramente doloroso al tacto; como en cada lucha en el largo río de la historia, el dolor y la tenacidad siempre coexisten. Este ingenioso dispositivo esconde una doble metáfora: la capacidad del cactus para almacenar agua simboliza la sabiduría de acumular fuerza y esperar a florecer; el mecanismo que requiere que la caja de música dé cuerda continuamente implica que el espíritu nacional necesita ser regado de generación en generación. Al terminar la música, el emblema del águila, oculto en el centro de la flor, se alzará automáticamente, recordando que el momento más oscuro suele ser el preludio del amanecer. Un cactus tarda 600 días en florecer, y México tarda 200 años en refinar su espíritu nacional. Cada melodía de esta caja de música nos dice que la verdadera vitalidad nunca se revela en los buenos tiempos, sino que ruge en las situaciones desesperadas.

On the Mexican flag, the totem of an eagle holding a snake on a cactus condenses a thousand-year-old allegory of life. This plant rooted in the cracks of the rock, with its head held high in the scorching sun and drought, is like the unyielding backbone of the Mexican nation. This month coincides with the anniversary of the founding of Mexico City, and a handmade cactus music box is quietly conveying this spiritual code that transcends time and space. The music box is carved into a base with volcanic rock, and miniature chimes and reeds are hidden among the bronze cactus branches and leaves. When the spring turns, the melodious “Mexican Ode” flows from the bud-shaped sound hole. The craftsman deliberately retains the thorns on the surface of the cactus, so that it is slightly painful when touched – just like every struggle in the long river of history, pain and tenacity always coexist. This ingenious device hides a double metaphor: the ability of the cactus to store water symbolizes the wisdom of accumulating strength and waiting to bloom; the mechanism that the music box needs to be continuously wound up implies that the national spirit needs to be watered from generation to generation. When the music ends, the eagle emblem hidden in the flower core will automatically rise, reminding people that the darkest moment is often the prelude to dawn. It takes 600 days for a cactus to bloom, and it takes 200 years for Mexico to refine its national spirit. Every melody of this music box tells us that true vitality is never revealed in good times, but roars in desperate times.