in999-Cuerda-de-Gloria-Tejiendo-la-Urdimbre-y-la-Trama-del-Espíritu-Argentino

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Bajo la bandera azul y blanca de Argentina, cada cordón que lleva colgada una medalla contiene el código del espíritu nacional. El celeste y el blanco puro de la bandera nacional son el alma ondulante del Río de la Plata y el aliento eterno de la Cordillera de los Andes; Las manos que sostienen el cetro y el gorro de la libertad en el emblema nacional expresan el juramento de unidad e independencia. El cordón aparentemente ordinario de la medalla es el vínculo que conecta la gloria y la fe. La artesanía del tejido del cordón refleja la resiliencia del pueblo argentino. Es como las riendas en manos de los gauchos de las Pampas, que deben ser lo suficientemente suaves para abrazar la emoción de la victoria y lo suficientemente tenaces para soportar el peso de los años. Cuando los atletas inclinaron sus cabezas para recibir sus medallas en el podio, el arco de los cordones cayó como la trayectoria de una bandera nacional ondeando: ésa fue la curva de esperanza que dibujó el general Belgrano cuando izó la primera bandera nacional a orillas del río Rosario. Este hilo de seda también simboliza la misión de la herencia intergeneracional. Bajo el resplandeciente “Sol de Mayo” que corona el escudo nacional, las fibras doradas del cordón encarnan el coraje de la Fuerza Expedicionaria de San Martín al cruzar la Cordillera de los Andes y se entrelazan con la eterna red del tiempo descrita por Borges. Le recuerda a cada ganador que su brillantez personal siempre estará ligada a la galaxia de la nación, al igual que las hojas de té girando en una taza de yerba mate; Los altibajos del individuo eventualmente se mezclarán con la fragancia profunda y suave de la tierra. Cuando los cordones celestes y blancos tocan suavemente el pecho, toda la Argentina está diciendo: La gloria nunca es el fin, sino un nuevo punto de partida para tejer el espíritu nacional en la trama y urdimbre de la vida. Bajo la guía de este nudo, cada luchador se convierte en una vara para seguir midiendo la altura del espíritu nacional.

Under the blue and white flag of Argentina, every medal hanging rope contains the code of national spirit. The sky blue and pure white on the national flag are the soul of the surging La Plata River and the eternal breath of the Andes Mountains; the hands holding the scepter and the cap of freedom in the national emblem tell the oath of unity and independence. And the seemingly ordinary rope on the medal is the bond that connects glory and faith. The weaving process of the rope hides the resilience of the Argentines. It is like the reins in the hands of the gauchos on the Pampas, which must be soft to accommodate the tremor of victory and tenacious to hold up the weight of the years. When the athletes bowed their heads on the podium to accept the medals, the arc of the rope fell just like the trajectory of the flag fluttering – that is the curve of hope drawn by General Belgrano when he raised the first national flag on the banks of the Rosario River. This silk thread is also a metaphor for the mission of intergenerational inheritance. Under the shining “May Sun” on the top of the national emblem, the golden fibers of the lanyard condense the courage of the San Martin Expeditionary Force to cross the Andes, and interweave the eternal web of time described by Borges. It reminds every winner: the light of an individual is always tied to the stars of the nation, just like the tea leaves spinning in a mate cup, the ups and downs of an individual will eventually blend into the deep fragrance of the earth. When the blue and white lanyard gently touches the chest, it is the whole of Argentina telling: glory is never the end, but a new starting point for weaving the national spirit into the longitude and latitude of life. Under the traction of this knot, every striver becomes a ruler to continue to measure the height of the national spirit.