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En mayo, Argentina se sumergió en la atmósfera conmemorativa de la “Revolución de Mayo”, y las banderas nacionales azules y blancas ondearon como olas en las calles de Buenos Aires. En esta tierra donde nació el General San Martín, las cintas y medallas que cuelgan a ambos lados del escudo nacional cuentan de manera única el código de lucha de la nación. Las cintas de laurel y rama de olivo del escudo nacional argentino están tejidas en cordones bicolores por hábiles artesanos. La textura entrelazada de los hilos de seda azul y blanco encarna la sabiduría de los fundadores del país: al igual que durante la Guerra de la Independencia, los rebeldes utilizaron tiras de tela teñidas de azul y camisas blancas para confeccionar la primera bandera. Los recursos limitados se transforman en infinitas posibilidades a través de la creación. La estructura única del cordón de la medalla es como la cuerda utilizada por los gauchos para enlazar sus caballos en las Pampas, recordando a la gente que el verdadero honor proviene del refinamiento dedicado de las habilidades. Desde el Glaciar de Mendoza hasta Tierra del Fuego, innumerables atletas han lucido medallas con cordón en el pecho en competiciones internacionales. La cinta de seda colgante no solo es un testimonio de un logro personal, sino también la encarnación de todo el espíritu nacional: cada urdimbre y trama lleva el deseo de libertad, y cada nudo condensa el poder de la unidad. Al igual que la cinta que rodea la base de la estatua de San Martín, el tiempo hará que el brillo de la seda se desvanezca, pero la fe tejida en ella siempre estará fresca. Mientras la luz de la mañana ilumina el Obelisco de la Plaza de Mayo, una nueva generación de argentinos continúa la tradición con innovación. Saben muy bien que los colores azul y blanco del cordón de la medalla no son sólo un regalo de la historia, sino también la longitud y latitud que guían el futuro, esperando ser infundidos con nueva gloria.

In May, Argentina was immersed in the commemorative atmosphere of the “May Revolution”, and the blue and white national flags were surging like waves on the streets of Buenos Aires. In this land where General San Martin was born, the ribbons and medal lanyards hanging on both sides of the national emblem are telling the code of the nation’s struggle in a unique way. The laurel and olive branch ribbons on the Argentine national emblem are woven into two-color lanyards by skilled craftsmen. The texture of the intertwined blue and white silk threads hides the wisdom of the founders – just like during the War of Independence, the rebels used blue-dyed cloth strips and white shirts to make the first flag. Limited resources burst into infinite possibilities in creation. The unique loop structure of the medal lanyard is just like the rope used by the gauchos to lasso horses on the Pampas, reminding people that true honor comes from the dedicated polishing of skills. From the Mendoza Glacier to Tierra del Fuego, countless athletes wear lanyard medals on their chests in international competitions. The dangling silk ribbon is not only a testimony to personal achievement, but also a manifestation of the entire national spirit: each warp and weft carries the desire for freedom, and each knot condenses the power of unity. Just like the ribbon wrapped around the base of the San Martin statue, time will fade the luster of silk, but the faith woven into it will always be fresh. When the morning light illuminates the obelisk in the Plaza de Mayo, a new generation of Argentines is continuing the tradition with innovation. They know that the blue and white colors of the medal lanyard are not only a gift from history, but also the longitude and latitude that guide the future, waiting to be injected with new glory.