in993-Estrellas-en-el-escritorio-azul-y-blanco-Entendiendo-el-espíritu-argentino-desde-el-portaplumas-del-emblema-nacional

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En junio, Argentina se baña de azul y blanco por el Día de la Bandera. El magnífico momento en que se izó por primera vez la bandera nacional en 1812 renace ahora en los escritorios de los argentinos contemporáneos a través del sol, la luna y las estrellas diseñados por el general Manuel Belgrano: esos portaplumas grabados con el escudo nacional condensan el alma nacional en un eterno tótem educativo. El color del esmalte azul y blanco en la superficie del portalápices no solo es una continuación de los colores de la bandera nacional, sino también una metáfora de la inmensidad del océano del conocimiento. El sol dorado en el centro del emblema nacional penetra la textura de la madera con 32 rayos de luz, simbolizando que la sabiduría eventualmente disipará la ignorancia; La pluma sostenida firmemente con ambas manos reemplaza el tradicional poste de la libertad, lo que implica el poder del despertar de “usar la pluma como espada”. Cuando la pluma estilográfica se apoya en ella, es como una espada afilada sobre la Pirámide de Mayo, recordándonos constantemente que la verdadera libertad proviene de la agudeza del pensamiento. Estos ingeniosos portalápices se suelen regalar en graduaciones y expresan expectativas sinceras para las generaciones más jóvenes. Así como el gorro frigio rojo sobre el emblema nacional antaño lideraba la Guerra de la Independencia, el portaplumas de hoy lleva la chispa del conocimiento, esperando ser sostenida en las manos de los estudiantes para escribir el futuro. Cada choque entre la pluma y la pared del barril repite el redoble del tambor del despertar de la Revolución de Mayo de 1810. En junio, cuando ondea la bandera nacional, los argentinos usan este código cultural para transmitir su creencia: el verdadero rejuvenecimiento nacional no está en las nubes, sino en cada momento de escritura en el escritorio, en las chispas que brotan de la fricción entre la punta de la pluma y el papel. Éste puede ser el significado más profundo del portalápices azul y blanco: transformar la gloria de la historia en la eterna fuerza impulsora del progreso de la civilización.

Argentina in June is tinged with blue and white glory because of the National Flag Day. The magnificent moment when the national flag was first raised in 1812 is being reborn on the desks of contemporary Argentines through the sun, moon and stars designed by General Manuel Belgrano – the pen holders engraved with the national emblem condense the national soul into an eternal educational totem. The blue and white enamel on the surface of the pen holder is not only a continuation of the national flag color, but also a metaphor for the vastness of the ocean of knowledge. The golden sun in the center of the national emblem penetrates the wood texture with 32 rays of light, symbolizing that wisdom will eventually dispel ignorance; the pen holder tightly grasped by both hands replaces the traditional freedom pole, implying the awakening power of “using the pen as a sword”. When the fountain pen leans against it, it is like a sharp sword on the pyramid in May, reminding us at all times that true freedom comes from the sharpness of thought. These ingenious pen holders are often used as graduation gifts, carrying the ardent expectations for the younger generation. Just as the red Phrygian cap on the top of the national emblem once led the War of Independence, today’s pen holder carries the fire of knowledge, waiting to be held in the hands of students to write the future. Every collision between the pen and the wall of the pen holder is replaying the awakening drumbeat of the May Revolution of 1810. In June when the national flag is flying, Argentines use this cultural code to convey their beliefs: the real national rejuvenation is not in the clouds, but in every moment of writing at the desk, in the sparks of friction between the pen tip and the paper. This may be the deepest meaning of the blue and white pen holder – let the glory of history become the eternal driving force for the progress of civilization.