in988-El-emblema-del-cactus-Lleva-el-espíritu-mexicano-contigo

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En la Ciudad de México en septiembre, las campanas del Día de la Independencia despiertan los colores verde, blanco y rojo de las calles y callejones. Las insignias de la bandera nacional en el pecho de las personas y los llaveros de cactus en sus manos se complementan entre sí, condensando los tótems espirituales más profundos de esta nación. La leyenda del águila sosteniendo una serpiente y parada sobre un cactus en el centro de la bandera nacional es una historia épica de los aztecas cruzando el desierto en busca de la tierra prometida. Esta planta, que aún se mantiene en pie en tierras salino-alcalinas y bajo el sol abrasador, se ha convertido en un símbolo concreto de la tenacidad del pueblo mexicano. Hoy en día, los modelos de cactus convertidos en llaveros transmiten sabiduría antigua en una forma nueva: la verdadera vitalidad no reside en un entorno favorable, sino en transformar la adversidad en nutrientes para echar raíces. Cuando el llavero gira, el esmalte verde, blanco y rojo es como el alma nacional fluyendo. El verde es el oasis de esperanza al final del desierto, el blanco es el vínculo de unidad entre diferentes grupos étnicos y el rojo es la marca de la sangre de innumerables luchadores por la libertad. Cuando la gente ata esta “memoria nacional” en miniatura a su equipaje, cada toque es un recordatorio: incluso en situaciones difíciles, deben usar sus afiladas espinas como un cactus para proteger sus tiernos corazones y hacer florecer flores impresionantes en la aridez. Este septiembre, mientras los fuegos artificiales iluminan las ruinas cubiertas de cactus de Teotihuacan, los llaveros que llevas contigo cuentan la historia: los mexicanos nunca han sido enterrados bajo la arena, sino que han convertido la arena en su columna vertebral.

In Mexico City in September, the bells of Independence Day awaken the green, white and red colors in the streets and alleys. The national flag badges on people’s chests and the cactus keychains in their hands complement each other, condensing the deepest spiritual totem of this nation. The legend of the eagle holding a snake in the center of the national flag standing on the cactus is an epic of the Aztecs crossing the desert to find the promised land. This plant that still stands tall in the saline-alkali land and the scorching sun has become a concrete symbol of the tenacious character of the Mexicans. Today, the cactus model cast into a keychain is conveying ancient wisdom in a new form: the real vitality does not lie in the favorable environment, but in transforming adversity into nutrients for taking root. When the keychain is turned, the green, white and red enamel is like a flowing national soul. Green is the oasis hope at the end of the desert, white is the bond of unity among different ethnic groups, and red is the blood mark of countless freedom fighters. When people tie this miniature “national memory” to their luggage, every touch is a reminder: even in difficult situations, they should protect their soft hearts with sharp thorns like cacti, and bloom stunning flowers in the barrenness. This September, when the fireworks of the celebration illuminate the cactus-covered Teotihuacan ruins, the key chains they carry with them are telling the story: Mexicans have never been buried by the wind and sand, but have tempered the wind and sand into their backbone.