in995-The-melody-that-never-fades-away-the-eternal-faith-in-the-music-box-of-the-national-flag-and-the-rose

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When fireworks light up the night sky on July 4, the Independence Day of the United States, many families will take out their treasured national flags and rose music boxes. These two seemingly unrelated objects carry spiritual codes that travel through time and space. Every wrinkle on the faded Stars and Stripes is a trace of history. The framers of the first Flag Day in 1777 may not have thought that this fabric would become a totem of the spirit of freedom. As Lincoln said: “Liberty is not a gift that belongs to us by nature, but a fire that needs to be guarded from generation to generation.” In today’s flag-raising ceremony, the flag fluttering in the wind always reminds people of the heroic posture of their ancestors fighting for independence. The rose music box placed on the windowsill tells eternity in another language. When the spring turns, the gilded rose rotates to the melody of “The Star-Spangled Banner”, and the precise bite of the brass gears and steel combs is just like the interweaving of rationality and romance in the American spirit. This Victorian craft that has been passed down to this day reminds us that true faith is like a well-wound music box, which needs to be wiped and maintained regularly to maintain its clear tone over time. Martha Wilson, owner of a New York antique shop, has restored hundreds of war relic music boxes. She discovered that each box contained a handmade fabric rose. “These faded satin roses are more durable than any metal parts.” Just as freedom requires institutional protection, it also requires the people’s heartfelt love and inheritance. When the stars and stripes of the national flag meet the roses of the music box, we hear the dual echoes of history and the future.

Cuando los fuegos artificiales iluminan el cielo nocturno el 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos, muchas familias sacan sus preciadas banderas nacionales y cajas de música con rosas. Estos dos objetos, aparentemente sin relación alguna, llevan consigo códigos espirituales que viajan a través del tiempo y el espacio. Cada arruga en la descolorida bandera estadounidense es un rastro de historia. Quienes crearon el primer Día de la Bandera en 1777 quizá no imaginaron que esta tela se convertiría en un tótem del espíritu de libertad. Como dijo Lincoln: «La libertad no es un don que nos pertenece por naturaleza, sino un fuego que debe ser custodiado de generación en generación». En la ceremonia de izamiento de la bandera de hoy, la bandera ondeando al viento siempre recuerda a la gente la postura heroica de sus antepasados en la lucha por la independencia. La caja de música con rosas, colocada en el alféizar de la ventana, habla de la eternidad en otro idioma. Al llegar la primavera, la rosa dorada gira al son de la melodía de “The Star-Spangled Banner”, y la precisión de los engranajes de latón y los peines de acero es como la combinación de racionalidad y romance en el espíritu estadounidense. Esta artesanía victoriana, transmitida hasta nuestros días, nos recuerda que la verdadera fe es como una caja de música bien encordada, que necesita limpieza y mantenimiento regulares para conservar su sonido nítido a lo largo del tiempo. Martha Wilson, propietaria de una tienda de antigüedades de Nueva York, ha restaurado cientos de cajas de música reliquias de guerra. Descubrió que cada caja contenía una rosa de tela hecha a mano. “Estas rosas de satén desteñidas son más duraderas que cualquier pieza de metal”. Así como la libertad requiere protección institucional, también requiere el amor sincero y la herencia del pueblo. Cuando las barras y estrellas de la bandera nacional se encuentran con las rosas de la caja de música, escuchamos los ecos duales de la historia y el futuro.