in988-Stars-and-Stripes-and-Roses-American-Spirit-Hidden-in-a-Business-Card-Box

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The June sun shines on the folds of the Stars and Stripes, just as brightly as when Flag Day was officially born in 1777. On this day to commemorate national symbols, a bronze business card box inlaid with rose patterns is silently telling the deeper American spirit. The red and white stripes of the national flag carry the blood and tolerance of the pioneers, and the five-pointed star condenses the eternal promise of unity among the states. The round outline of the rose business card box is just like the overlapping palms of the signatories of the Declaration of Independence when passing the fire. The action of opening the lid is just like the moment when Jefferson picked up the pen to write “all men are created equal” – every American can find his own possibilities here. Those business cards lying on the velvet lining are the roses that contemporary people give to the times. Engineers use precise drawings to water the flowers of science and technology, teachers use the fertile soil of knowledge to nourish young souls, and firefighters protect the peace of the community in the flames. Behind each business card is the unique brilliance that individuals add to the Stars and Stripes. Just like the beauty under the thorns of a rose, the hardships of the road of struggle will eventually bloom into a life mark worth cherishing. When we brush our fingers across the star-shaped carvings on the business card box, we are not just touching a social tool, but also a responsibility passed down from generation to generation. Whether it is Betsy Ross sewing the national flag during the war, or the immigrant engineers typing code in Silicon Valley today, the American spirit is always alive and well in the transmission between small spaces. This June, I hope that every dreamer with a business card box can grow his or her own sonorous rose under the gaze of the Stars and Stripes.

El sol de junio brilla sobre los pliegues de la bandera estadounidense, con la misma intensidad que cuando se celebró oficialmente el Día de la Bandera en 1777. En este día para conmemorar los símbolos nacionales, una caja de bronce para tarjetas de visita con incrustaciones de rosas evoca silenciosamente el profundo espíritu estadounidense. Las franjas rojas y blancas de la bandera nacional llevan la sangre y la tolerancia de los pioneros, y la estrella de cinco puntas condensa la eterna promesa de unidad entre los estados. El contorno redondo de la caja, con forma de rosa, evoca las palmas superpuestas de los firmantes de la Declaración de Independencia al pasar el fuego. Abrir la tapa evoca el momento en que Jefferson tomó la pluma para escribir “todos los hombres son creados iguales”: aquí cada estadounidense puede encontrar sus propias posibilidades. Esas tarjetas de visita sobre el forro de terciopelo son las rosas que la gente contemporánea regala a su tiempo. Los ingenieros utilizan dibujos precisos para regar las flores de la ciencia y la tecnología, los maestros utilizan la tierra fértil del conocimiento para nutrir las almas jóvenes, y los bomberos protegen la paz de la comunidad en medio de las llamas. Detrás de cada tarjeta de presentación se encuentra la brillantez única que cada persona aporta a la bandera estadounidense. Al igual que la belleza bajo las espinas de una rosa, las dificultades del camino de la lucha florecerán con el tiempo en una huella vital que vale la pena atesorar. Al rozar con los dedos las tallas en forma de estrella de la caja de la tarjeta, no solo tocamos una herramienta social, sino también una responsabilidad transmitida de generación en generación. Ya sea Betsy Ross cosiendo la bandera nacional durante la guerra, o los ingenieros inmigrantes escribiendo código en Silicon Valley hoy, el espíritu estadounidense siempre está vivo y presente en la transmisión entre espacios pequeños. Este junio, espero que cada soñador con una caja de tarjeta de presentación pueda cultivar su propia rosa sonora bajo la mirada de la bandera estadounidense.