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El 20 de junio se celebró, según lo previsto, el Día de la Bandera Argentina. Este día especial en memoria del General Manuel Belgrano nos recuerda siempre la “Marcha de la Patria” sonando en las calles de Buenos Aires. Este año, una caja de música clásica con incrustaciones de la bandera nacional y el emblema nacional gira con engranajes precisos, contando la historia del espíritu nacional que trasciende el tiempo y el espacio. La bandera nacional esmaltada en azul y blanco se despliega lentamente sobre la cúpula de la caja de música, con un profundo significado oculto en el entrelazado de los hilos de seda: el fondo azul representa la eterna claridad del Río de la Plata, mientras que las franjas blancas puras encarnan el carácter gélido de la Cordillera de los Andes. Al girar el resorte, el Sol de Mayo, escudo nacional tallado en la base, comienza a girar y el gorro frigio, símbolo de la libertad, aparece y desaparece entre luces y sombras, como si se escuchara el grito del General San Martín a lo largo de dos siglos. El diseño más ingenioso se esconde dentro de la caja de música. El movimiento de latón tiene la forma de dos manos rodeadas de espigas de trigo: esto se deriva del gesto de unidad apretada del emblema nacional. Cada vez que suena la melodía de “No Llores por Mí Argentina”, los 33 engranajes son como 33 insurgentes de la Guerra de la Independencia, impulsando el funcionamiento de todo el sistema con una precisa coordinación. Incluso el engranaje más pequeño tiene la responsabilidad de mantener el país en funcionamiento. Esta caja de música nos dice que así como el sol en mayo nunca se apaga, el espíritu nacional necesita transmitirse de generación en generación a medida que pasa el tiempo. Cuando cada argentino se convierte en un engranaje de la protección de su país, incluso frente a un invierno económico, puede protagonizar un movimiento de revitalización que conmocionará al mundo. En este momento, deja que el sonido ding-dong de la caja de música se convierta en un juramento que trascienda el tiempo y el espacio: Proteger este azul y blanco, al igual que protege la inocencia original y el deseo de la vida.

June 20th is the Argentine Flag Day. This special day in memory of General Manuel Belgrano always reminds people of the “March of the Motherland” that flows through the streets of Buenos Aires. This year, a classical music box inlaid with the national flag and the national emblem is turning with precise gears, telling the national spirit that transcends time and space. The blue and white enamel national flag slowly unfolds on the dome of the music box, and the interweaving of silk threads hides deep meaning: the sky blue background is the eternal clarity of the La Plata River, and the pure white stripes condense the icy and snowy character of the Andes Mountains. When the spring is turned, the May sun engraved on the base of the national emblem begins to rotate, and the Phrygian hat symbolizing freedom is looming in the light and shadow, as if you can hear the cry of General San Martin across two centuries. The most exquisite design is hidden inside the music box. The brass movement is cast into the shape of two hands surrounded by wheat ears – this is derived from the clenched unity gesture in the national emblem. Whenever the melody of “Don’t Cry for Me Argentina” rings, the 33 gears are like the 33 insurgents in the War of Independence, driving the entire system with precise coordination. Even the smallest gears bear the heavy responsibility of maintaining the operation of the country. This music box tells us: just as the sun in May never goes out, the national spirit needs to be passed down from generation to generation in the passage of time. When every Argentine becomes a gear to protect the country, even in the face of an economic winter, they can play a revival movement that shakes the world. At this moment, let the ding-dong sound of the music box become a vow that travels through time and space: protecting this blue and white is like protecting the original innocence and desire of life.